martes, 3 de mayo de 2016

El solitario no baila la rumba

 de Alfredo Serra, fue declarado de interés cultural y educativo por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
El miércoles 4 de mayo a las 19 el autor recibirá la distinción en el stand de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en la 42º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires
El pasado jueves 14 de abril en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires fue aprobado el proyecto nro. 96-2016 impulsado por el legislador Juan Francisco Nosiglia junto a sus colaboradores María Inés Gorbea, María Patricia Vischi, Hernán Abel Rossi y Marcelo Alejandro Guouman, que declara de interés cultural y educativo a El solitario no baila la rumba de Alfredo Serra. 
Alrededor del mundo y a través de medio siglo, las memorias de Alfredo Serra –ahora revisitadas con la amable distancia que nos permite el tiempo– son una inesperada invitación a la aventura. Salir de casa una mañana… y terminar frente a un pelotón de fusilamiento a la madrugada siguiente. Dos guerras en el terreno, armado sólo con una Rolleiflex. El África negra, la sed mortal, un par de cervezas con torta de chocolate. Primicias mundiales. Las últimas confesiones de un escritor que moría de sida. Egipto y su última reina. Una extraña Navidad con dos vasos de agua y dos bananas. El mayor estafador de la década del 30 y la flor de la mafia rosarina detrás del mostrador de una zapatería. Fanny, la asistente de Borges, en la miseria. Escapar de Cuba dominada por la URSS. Adioses: a Satchmo y su trompeta de oro entre las manos, a Truman Capote, a Frank Sinatra. Una visita inesperada, una pistola sobre la mesa de luz de una habitación de hotel y la pregunta amenazadora: “¿Qué va a escribir sobre esto?” Con desastres en vivo y en directo, entrevistas deliciosas, crónicas que son zarpazos, retratos inolvidables y mucho, mucho más, este libro es como el viaje en el Orient Express que con románticas expectativas de aventura estilo Agatha Christie casi termina como un episodio de John le Carré. Y es también como la expedición a la cordillera de los Andes para encontrar un avión perdido, y como el medio billete de diez dólares que guarda en su billetera y que le recuerda constantemente que nada está escrito, y que por eso… El solitario no baila la rumba.
Yo, Alfredo Serra, nací en Buenos Aires. Olvidemos el año. Fue un 29 de mayo. Bajo Géminis, por si algún lector cree en los horóscopos. Salvo un remoto pasado bancario, nunca fui otra cosa que periodista. De gráfica (periodismo escrito): de los casi cero mediáticos. Todo –elogios y puteadas– vive y muere pronto entre las paredes de una redacción. Nunca quise otra cosa, pese a tentadoras ofertas para poner cara y voz. Será mi zona neurótica… Mi currículum, a pedido de la universidad (UCA) en la que fui profesor durante veinte años, tiene siete mil caracteres. Como diría mi amado Borges, “un abuso de la democracia”. Y un pelotazo para el lector. Barrio natal: Núñez. Dato irrelevante: todos nacimos en un barrio. Mi oficio implicó varias vueltas al mundo. Algunas, en exóticas latitudes. Me preparé para ser crítico de cine y teatro, pero el naipe y/o el destino me lo negaron. En verdad, lo agradezco. Gané algunos premios: mejor nota escrita, mejor columna, mejor investigación. Acaso merecidos. Pero sin olvidar las ácidas palabras de Conrado Nalé Roxlo, exquisito poeta y periodista. Un día, sin conocerlo, en la biblioteca de Argentores, le pedí un cigarrillo. Respuesta: “¡Cómo no, mi amigo! En este país, un cigarrillo y una faja de honor de la SADE no se le niegan a nadie”. Casi todo lo demás, esta aventura memoriosa que Planeta me hizo el honor de editar, transcurre en estas páginas. Si alguna asombra, hace reír o derramar una furtiva lágrima, me doy por muy bien servido. Chau.

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